El 28 de
Mayo de 1830, se funda la primera Escuela de Tauromaquia en España. Fue Sevilla
la ciudad agraciada con el privilegio de enseñar a los mozos que pretendían el
arriesgado y difícil oficio de ser torero.
Fue el Rey
Fernando VII el promotor de la idea y la ejecución a través de D. Manuel
Arjona, intendente de Sevilla, se nombra al diestro chiclanero Jerónimo José
Cándido director.
El matador
rondeño Pedro Romero, solicita el puesto adjudicado a su cuñado, por carta
dirigida a su Majestad, recibiendo contestación. Es el propio Manuel Arjona que
le transmite la real contestación.
Excmo. Sr. Su Majestad el Rey, se ha dignado observar que, habiéndose
establecido una escuela de tauromaquia y otorgándose la plaza al maestro
Jerónimo José Cándido en vida del célebre Pedro Romero, será un contrasentido
dejar a tal señor sin ese nombramiento. Por tanto, atribuyendo su Majestad a
olvido involuntario de vuestra excelencia no haberlo así dispuesto y estimando
que el mencionado Jerónimo José Cándido se honrará con ser el ayudante del gran
Romero, tiene a bien nombrar a este gran maestro, director de la escuela de
Sevilla con un sueldo anual de doce mil reales.
De
aquella escuela salieron toreros como, Montes, Domínguez, Yust y Arjona (Cuchares)
Fue corta la
vida de la escuela, tan solo cuatro años. La Real Orden del 15 de Marzo de 1834
se cierra habiendo muerto Fernando VII.
Las capeas
vuelven a tomar auge y maletillas o torerillos de tapias, recorren caminos y
trochas para asistir a tentaderos en las fincas ganaderas, fiestas populares en
pueblos y festejos donde se corran reses.
A principios
del nuevo siglo, vuelven a surgir escuelas, por lo general de iniciativa
privada, la de Madrid, denominada Cortijo de los Mimbres, la de Ciudad Real, la
de Saleri II, en Vista Alegre, la de Fernando Domínguez en Valladolid, las
oportunidades de Vista Alegre, la labor que Manuel Molinero hace en Zamora
y la Escuela Nacional de Tauromaquia
antecesora de la actual escuela de Madrid.
En la
actualidad existe un gran número, cada una con un estilo propio y son muchos
los alumnos que se benefician de sus enseñanzas. Pero el torero debe tener su propio
cuño de personalidad que debe resaltar por encima de los criterios escolares,
debe personalizar su estilo para no caer en la clonación.
Nos
entristece ver a novilleros que presentan sus actuaciones con la monotonía de
la repetición, dando la sensación de traer la faena aprendida, sin tener en
cuenta que su oponente le va a obligar a bailar otra música y cuando esto
ocurre se da paso al desastre.
No estamos
en contra de las escuelas, sabemos la labor beneficiosa que se realiza a los
estudiantes, pero consideramos que las enseñanzas prácticas deben consentir el
desarrollo de la personalidad torera del alumno con el fin de ampliar la
variedad de estilos.
Sabemos que
los novilleros, se miran en las figuras del momento, este es otro caso que se
debe tratar en las escuelas. En la actualidad las figuras de la cabecera de
escalafón, los que torean el mayor número de festejos, han formado un tanden
dominador de ferias y encastes, torean en su mayoría un solo encaste, con toros
fuera de tipo, en algunos casos arreglados de cuernos, no dejan entrar en los
carteles a toreros de otra fila que les aprietan y pueden poner en duda sus
triunfos, en definitiva han mistificado la fiesta a su conveniencia. Esto se
debe saber en las escuelas, hay que enseñar a los alumnos que esto no es la
fiesta, que para ser torero hay que dar la cara y salir al ruedo a jugarse la
vida como han hecho otros, que a estos hay que quitarles el sitio con la verdad
que son las armas que no utilizan ellos.
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