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miércoles, 21 de diciembre de 2016

AQUELLAS FIESTAS DE MI QUERIDA GALICIA

El ya  pasado 19 de Marzo de 2012, publiqué en la revista El Rastrillo de la Peña de Los Areneros, el artículo que se transcribe a continuación y me temo que después de cuatro años, volveremos a ver las grandes feria cerradas antes del comienzo de temporada, y a muchos toreros haciendo cola para las sustituciones y también a los de siempre con sus toros de siempre encartelados, ¿Que falta hacen los antis?
Analicen ustedes el cuento:


Galaicos Lucenses al norte y Bracenses  al sur. Del área Lucense estarían: los Artabri (zona de Coruña) y Cilini (al sur de estos), Capori (zona de Lugo) y Lemavi (al sur de estos). Del área Bracense: Grovii (zona de Pontevedra), Lubaeni (al sur de estos), Narbasii (al este de estos dos pueblos anteriores), Limici (al sur del anterior). Nemetati y Turodi (zona norte de Portugal). Estos conformaban la demografía de las tribus Celtas asentadas al Noroeste de la península Ibérica.
Se cuenta que quedó escrito en los graníticos dólmenes de los montes de mi querida tierra gallega, las hazañas de aquellos celtas que en los breves tiempos de paz apagaban sus aguerridas ansias de lucha, enfrentándose a fieros y enormes animales poseedores de gran fuerza y fiereza, que enarbolaban en sus cabezas grandes cornamentas con las que atacaban a cualquiera que les molestara. Se agrupaban en grandes manadas a orillas de los ríos Miño, Sil, Eume, Eo, Ulla, Navia y en las llanuras de Xinzo junto a su rio Limia.
Los aguerridos guerreros galos, antes de los enfrentamientos con las bestias, eran bendecidos por el anciano Druida del poblado y a su vez bebían de una pócima elaborada por el anciano, con muérdago y otras plantas secretas que les proporcionaba la fuerza y el valor suficiente para llevar a cabo las contiendas.
Aquellos enfrentamientos, tomaron gran arraigo popular entre las tribus, convirtiéndose en imprescindibles en las fiestas y celebraciones y los matadores de las fieras, adquirieron gran fama y prestigio.
Tales fueron las circunstancias, que un grupo de ellos, que se hizo llamar 10-G, (“10 Galos”), urdió una trama para secuestrar al Druida y que este les facilitara la pócima de manera exclusiva y ser ellos los únicos protagonistas de los festejos.
El resto que no pertenecía a la curia del 10-G, hubo de enfrentarse a las fieras sin haber ingerido la protectora pócima y como consecuencia se produjeron entre ellos accidentes y muertes, no obstante adquirieron nuevas artes y destrezas para contrarrestar la nueva situación.
Por el contrario, los afiliados al 10-G, continuaron siendo vitoreados por las diversas tribus, considerados casi Dioses, vivían en los mejores castros, comían manjares y disfrutaban del amor de las vírgenes vestales arrebatadas en las luchas al invasor romano


 







 


Fue el rey Breogan, primer gran rey Celta, fundador de la ciudad de Brigantía, hoy A Coruña y conquistador de Irlanda, el que enterado de la trama, liberó al Druida de su cautiverio e impuso que los enfrentamientos habrían de realizarse sin ningún tipo de bebedizo, considerando que el valor de los galos, estaba por encima de cualquier pócima.


A partir de aquel momento los componentes del 10-G comenzaron a perder sus privilegios y sobre todo se vieron relegados a no ver sus nombres en los carteles anunciadores de los festejos. Vieron como otros matadores les sobrepasaban en fama y prestigio debido sobre todo a la gran veracidad que adquirieron los enfrentamientos.


La moraleja que el autor obtiene de este cuento, se puede resumir:  



La desvirtuación de la fiesta, básicamente por las llamadas figuras. Se limitan desde hace tiempo a matar toros elegidos en cuanto a encaste y trapío. Si fuera poco se agrupan en defensa de sus “derechos de imagen” en grupos exclusivos, dejando fuera a el resto de compañeros, haciendo un gran favor a La Fiesta “según ellos”.

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