Es la época de las reflexiones, de abrir foros, de tertulias y demás propósitos para salvaguardar a la fiesta y sus tradiciones. Se llena la geografía taurina de encuentros de aficionados y profesionales, llenos de buenas intenciones. Se tratan temas de actualidad, que quedan solo en el tratamiento y se solucionan muy pocos o ninguno de los males que acosan a la fiesta.
Si empezamos por el principio, alabáremos la labor de la enseñanza escolarizada y sobre todo de la educación taurina y nos encontramos con uno de lo problemas principales.
Hoy se forman jóvenes en el toreo y su alrededor y en la educación y respeto a las tradiciones, a la vez se les inculcan formas y maneras de la buena conducta y se les incluye una importante culturización.
Una vez cumplido el ciclo y con una formación práctica y académica suficiente y habiendo adquirido el "título" de novillero sin caballos, se le manda para su casa, porque no hay festejos donde hacer un paseíllo.
Es tal la pobreza de festejos menores que un alto porcentaje de novilleros, pasan al ostracismo con el escaso bagaje de haber toreado una docena de vacas en las prácticas escolares.
Tienen que ser iniciativas privadas de aficionados, las que a base de organizar certámenes, con ayuda de consistorios, los que abran puertas a estos jóvenes y les den la oportunidad de ponerse delante de un eral.
Me consta que hay ganaderos que estarían dispuestos a dar salida a parte de su ganado para fomento de la tauromaquia incipiente.
No es menos problemático e caso de los novilleros con caballos. Se dan las mismas circunstancias y la misma solución, pocos festejos y muchos esperando. En este caso, hay que sumar el error de la ansiedad, que lleva a muchos jóvenes a estrellarse en plazas importantes, debido al poco bagaje de su experiencia.
Si el panorama de base se encuentra con tanta precariedad, es que algo se hace mal y ha de ser una de las prioridades en buscar soluciones.
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