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sábado, 25 de mayo de 2013

TARDE DE REGALOS


24/05/13. Madrid Las Ventas 16ª de abono

Toros:  de VICTORIANO DEL RÍO Desiguales de presentación, mansos, de juego variado, destacando el muy manso lidiado en tercer lugar por su movilidad. Protestados 2º y 3º
 

SEBASTIÁN CASTELLA. Estocada y dos descabellos. Silencio. Estocada y descabello. Un aviso Una oreja.
JOSÉ MARÍA MANZANARES. Estocada trasera. Un aviso. Una oreja. Pinchazo, pinchazo hondo y dos descabellos. Silencio.
ALEJANDRO TALAVANTE. Estocada. Dos orejas. Estocada y dos descabellos. Silencio.
Guardando las distancias
 
Destorear
La alcayata
 
 
 
 
Como el día anterior, lleno a rebosar. Tarde de máxima expectación por la obligación de redimirse de los tres espadas anunciados. Pero he aquí al divino redentor, D. Manuel Muñoz Infante, redimió por su cuenta a los tres, enarbolando el pañuelo blanco como si de repartir diezmos se tratara y llenando el ruedo venteño de orejas al toreo fácil, desabrido y modernista. Pero para entender esto, analicemos a los aficionados.
 
Existen dos tipos de aficionados. El antiguo que recuerda a toreros memorables, faenas importantes, que le fidelizaron a un tipo de toreo verdadero y se manifiesta contrario al toreo modernista. Este aficionado visiona una media de medio centenar de festejos por temporada, saliendo decepcionado el 90% de las veces y aun así insiste cada año, porque su afición le lleva a ello. El antiguo se sienta en el tendido esperando ver aquel toreo que recuerdan en imágenes guardadas en la memoria, costándole digerir la modernidad del toreo fácil y sin emoción.
 
El joven aficionado que generalmente se inició de manera circunstancial, arrastrado por el esnobismo, suele ser de clase media alta, no puede dedicar mucho tiempo a los toros ya que sus obligaciones se lo impiden (10 o 12 festejos por temporada), practica una liturgia que comienza con una opípara comida, dos o tres buenas copas de sobremesa y un buen puro. Al carecer de recuerdos o tenerlos sólo de época reciente, vive el festejo de manera febril, llevado por la marea y el entorno, se fideliza con las figuritas del momento. El estado anímico a que se somete, es comparable al inicio del orgasmo, prolongado durante la faena, para terminar derramándose cual precoz eyeculador con el más mínimo triunfo de su ídolo.
Pero en el toreo modernista, si el toro carece de movilidad o a lo peor se para, desaparece la conjunción y aparece la contrariedad, produciendo el efecto contrario, es decir el coitus interruptus, ellos inconscientes de lo que está pasando, ignoran  los daños colaterales que se les producen, alceimer prematuro, grandes daños prostáticos, destrucción de millones de neuronas, daño cerebral severo, sequedad de boca, espasmos, diarreas, sarpullidos y un sinfín de síntomas que les pueden llevar al encefalograma plano.
 
 
 
Si a esto le añadimos los toreros figurones del momento y presidentes tipo rey Melchor, formamos un virus mortífero que tal y como está nuestra fiesta, no tardará en matarla.
 
 
 
 
 
 
 
 

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