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domingo, 19 de agosto de 2018

¿QUE OCURRE DENTRO?



EL INVENTO DE LAS ESCUELAS






El 28 de Mayo de 1830, se funda la primera Escuela de Tauromaquia en España. Fue Sevilla la ciudad agraciada con el privilegio de enseñar a los mozos que pretendían el arriesgado y difícil oficio de ser torero.


Fue el Rey Fernando VII el promotor de la idea y la ejecución a través de D. Manuel Arjona, intendente de Sevilla, se nombra al diestro chiclanero Jerónimo José Cándido director.


El matador rondeño Pedro Romero, solicita el puesto adjudicado a su cuñado, por carta dirigida a su Majestad, recibiendo contestación. Es el propio Manuel Arjona que le transmite la real contestación.


Excmo. Sr. Su Majestad el Rey, se ha dignado observar que, habiéndose establecido una escuela de tauromaquia y otorgándose la plaza al maestro Jerónimo José Cándido en vida del célebre Pedro Romero, será un contrasentido dejar a tal señor sin ese nombramiento. Por tanto, atribuyendo su Majestad a olvido involuntario de vuestra excelencia no haberlo así dispuesto y estimando que el mencionado Jerónimo José Cándido se honrará con ser el ayudante del gran Romero, tiene a bien nombrar a este gran maestro, director de la escuela de Sevilla con un sueldo anual de doce mil reales.


De aquella escuela salieron toreros como, Montes, Domínguez, Yust y Arjona (Cuchares)


Fue corta la vida de la escuela, tan solo cuatro años. La Real Orden del 15 de Marzo de 1834 se cierra habiendo muerto Fernando VII.


Las capeas vuelven a tomar auge y maletillas o torerillos de tapias, recorren caminos y trochas para asistir a tentaderos en las fincas ganaderas, fiestas populares en pueblos y festejos donde se corran reses.


A principios del nuevo siglo, vuelven a surgir escuelas, por lo general de iniciativa privada, la de Madrid, denominada Cortijo de los Mimbres, la de Ciudad Real, la de Saleri II, en Vista Alegre, la de Fernando Domínguez en Valladolid, las oportunidades de Vista Alegre, la labor que Manuel Molinero hace en Zamora y  la Escuela Nacional de Tauromaquia antecesora de la actual escuela de Madrid.


En la actualidad existe un gran número, cada una con un estilo propio y son muchos los alumnos que se benefician de sus enseñanzas. Pero el torero debe tener su propio cuño de personalidad que debe resaltar por encima de los criterios escolares, debe personalizar su estilo para no caer en la clonación.


Nos entristece ver a novilleros que presentan sus actuaciones con la monotonía de la repetición, dando la sensación de traer la faena aprendida, sin tener en cuenta que su oponente le va a obligar a bailar otra música y cuando esto ocurre se da paso al desastre.


No estamos en contra de las escuelas, sabemos la labor beneficiosa que se realiza a los estudiantes, pero consideramos que las enseñanzas prácticas deben consentir el desarrollo de la personalidad torera del alumno con el fin de ampliar la variedad de estilos.


Sabemos que los novilleros, se miran en las figuras del momento, este es otro caso que se debe tratar en las escuelas. En la actualidad las figuras de la cabecera de escalafón, los que torean el mayor número de festejos, han formado un tanden dominador de ferias y encastes, torean en su mayoría un solo encaste, con toros fuera de tipo, en algunos casos arreglados de cuernos, no dejan entrar en los carteles a toreros de otra fila que les aprietan y pueden poner en duda sus triunfos, en definitiva han mistificado la fiesta a su conveniencia. Esto se debe saber en las escuelas, hay que enseñar a los alumnos que esto no es la fiesta, que para ser torero hay que dar la cara y salir al ruedo a jugarse la vida como han hecho otros, que a estos hay que quitarles el sitio con la verdad que son las armas que no utilizan ellos.


Hoy certámenes organizados para dar un empujón a novilleros sin caballos aportan la posibilidad a jóvenes próximos al salto a torear con caballos. Alago que debería servir para iniciar sus carreras, sirve mas para la apuesta de los que les “ayudan” que los fuerzan a metas fuera de su alcance y por consiguiente al fracaso.


Por otro lado, el estricto recorrido, marcado por las escuelas, hace que los novilleros parezcan clones carentes de personalidad propia y sean incapaces de conseguir las metas trazadas.


 

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