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miércoles, 24 de octubre de 2018

EL PERRO PACO, NACIDO LIBRE, MURIO EN UN RUEDO



Fue aquel día que durante el deambular por las noches de Madrid, El perro "Paco" fue a dar con sus huesos al café de Fornos, cuna de políticos y aristócratas. Y fue allí donde se topó con el Marqués de Bogaraya, al que enamoró de tal forma que fue tomado bajo su protección.
Paco era libre y lo siguió siendo, pero una parte de su vida cambió. No alteró sus costumbres, siguió cobijándose del frío y la lluvia de las noches de Madrid, en las cocheras de tranvías de la calle Fuencarral, donde debía gruñir e incluso exhalar un ladrido para que el guarda le abriera el portón.
Pero su nueva relación con D. Gonzalo Saavedra y Cueto, Marques de Bogaraya, le proporcionó una nueva dimensión, prodigándose en tertulias, teatros y sobre todo en la desaparecida plaza de toros de Felipe II, donde nunca faltó a un festejo adquiriendo fama, por sus gruñidos a malas faena y ladridos a las buenas. Esto le proporcionó la amistad de toreros y gente del toro, adquiriendo cierta consideración.
Fue en un festejo en Junio de 1882, durante una novillada, bajó al ruedo a recriminar al novillero denominado Pepe el de los Galápagos, su medrosidad ante el astado, este se molestó y entre la airada discusión, asestó al Perro un estocada en todo lo alto, que acabó con su vida.
La muerte de tan peculiar can, produjo consternación significante hasta el punto que el Rey D. Alfonso XIII envió sus condolencias al Marqués. Todos los periódicos publicaron necrológicas, se cantaron efemérides en romances de ciegos, sería el torero Frascuelo el que se hizo cargo de los restos, mandado disecarle, permaneciendo varios años en el museo taurino que había en la calle de la Fuente del Berro esquina a la calle de Alcalá.
En 1889, tras desaparecer el museo taurino donde estaba expuesto, fuen enterrado en un lugar desconocido de  los jardines del Buen Retiro.
Pero la picaresca madrileña, tenía que aparecer en tan peculiar circunstancia y en 1920, alguien propuso levantar un monumento al can y se realizó una colecta que recaudo la no despreciable cantidad de 2.900 pesetas, que desaparecieron junto con el promotor.


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