Que la fiesta esta en baja es la opinión generalizada, pero cuando la vulgaridad se torna en verdad adquiere una importante relevancia. Esta relevancia transciende y lo hace a todo el ámbito de la Tauromaquia y queda reflejada en prensa, medios audiovisuales y en redes sociales.
El pasado Domingo 7 resplandeció la verdad en el coso madrileño y fueron dos verdades de distinto corte, la de Urdiales que quedó plasmada en una torería inusual, una torería antigua, de brillante verdad y la de Chacón, una verdad oscura del que se juega la vida en el afán de triunfar a toda costa porque las oportunidades son pocas.
Es tan inusual que ocurran estas cosas, que adquieren una relevancia tan amplia como importante. Lo que debería ser la tónica general, en la actualidad resulta ser extraordinario.
La realidad deja patente que amén de los ataques foráneos existe otro mal interno que desde hace tiempo, ha ido deteriorando la realidad y ha llevado la fiesta a una mistificación mentirosa que junto a las nuevas aficiones que la jalean, han contribuido al deterioro.
Es una realidad y lo hemos visto el pasado día 7 que lo ocurrido, caló en el total de los que estábamos allí, prueba evidente de que lo bueno, es bueno para todos y lo mediocre solo gusta a una parte que al final claudica ante la verdad.
La fiesta necesita la verdad y le sobran las mentiras, las manipulaciones, los monopolios y las exigencias de las "figuras".
Volver a la realidad, será muy costoso porque el mal ha hecho presa, curar la herida ha de pasar por muchas manos, las de todos los profesionales y la Tauromaquia está llena de malos acuerdos. Los intereses se han impuesto a la verdad y la afición, que es la mantenedora, sufre un espectáculo con mas mentira que verdad y abandona los tendidos.
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